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Exposición retrospectiva 2005, por Joaquín Santo

Si uno de los principios que guía a este Instituto en materia artística es el de la promoción de los jóvenes valores y la consiguiente incentivación para seguir creando ante las posibilidades de exponer y figurar en catálogos que les ofrecemos con nuestros concursos y encuentros, no dejamos de lado el segundo de nuestros propósitos fundamentales, aquel que tiene que ver con la recuperación y difusión de aquellas figuras consagradas que por diversos motivos no han visto divulgada su obra al nivel que su calidad merece.

En este último apartado está Juan Navarro Ramón, un pintor alteano de prestigio, navegante entre la abstracción y la figuración, amigo de grandes genios como Picasso o Miró, sufridor del exilio de posguerra y hasta la cárcel, residente en el París más creativo pero ajeno a la protesta política, la provocación o la extravagancia que acompañó a muchos coetáneos en su búsqueda de un protagonismo ajeno a los valores artísticos más o menos reconocidos que cada cual poseía.

Navarro Ramón era discreto en sus formas y hábitos, tímido en sus relaciones externas, introvertido a la hora de generar arte y por ello, tal vez, no alcanzó la fama que mereciera porque el pintor a menudo debe saber venderse.

Pero nunca es demasiado tarde para el arribo del reconocimiento y éste por fin le ha llegado aunque sea a título póstumo.

He de reconocer que Navarro Ramón me ha supuesto un gozoso descubrimiento y en ello me siento cómplice de todo el departamento de Arte y Comunicación Visual del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert que en las páginas siguientes ha desmenuzado, con su indudable magisterio, la vida y la obra de este artista alicantino hasta el punto de ir descubriendo facetas que suponen el entusiasmarse con su figura, unido ello a un sentimiento de dejar pendiente cosas que surgen en cuanto se empieza a ahondar en él.

Estos factores han influido a la hora de decidir cuidar con mimo la presente exposición antológica, desde la selección de las obras, con las reproducciones fotográficas de las mismas que ha ejecutado a la perfección Manolo Matas para este catálogo, hasta el diseño del mismo, rabiosamente original, como merece un pintor de vanguardia, llevado a cabo por el joven e ingenioso equipo de diseño de I am, I can.

Recuperamos, pues, para la memoria de los amantes de la buena pintura y a perpetuidad, a Juan Navarro Ramón, al que ni las brumas galas ni las lejanias bonaerenses ni las penumbras del alma le hicieron perder su mediterraneidad cromática.